Dicen que al morir, nuestra alma emprende un largo camino hacia el Más Allá. Cuando ha recorrido grandes distancias, y ya cerca al límite entre el cielo y el infierno, el alma llega penosamente al río de sangre o Yawar mayu que es custodiado por unos perros negros. Frente al río, nuestra alma llora desconsoladamente porque no puede atravesarlo de un lado al otro.
Entonces pide ayuda a los perros negros que recostados en la playa del río, conversan sobre los pecados y los excesos cometidos en vida por los hombres. "He caminado sin fin por senderos de lodo y estiércol. Por favor ayúdame a cruzar el río" le pide a uno de los perros y éste, con lástima, le conduce hasta la otra orilla cargándole en su lomo.
Esto ocurre cuando el hombre fue bueno en vida. Si ha sido malo, perverso; los perros -que saben todo- se niegan a prestarle ayuda, y entonces el alma se queda a deambular para siempre.
Recopilación y versión de Odi Gonzales
(Puedes clickear en el título para ver la versión original)
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